La gota es una enfermedad ocasionada por el depósito de cristales de una sal de ácido úrico (urato monosódico) en diferentes partes del cuerpo, frecuentemente en las articulaciones y sus alrededores. La manifestación clínica más habitual es la aparición de inflamación aguda en una, o varias, articulaciones (artritis), generalmente en forma de episodios recurrentes. Pueden también inflamarse otras estructuras como las bolsas sinoviales, o los tendones. Cuando la enfermedad lleva mucho tiempo de evolución, es frecuente encontrar acúmulos de urato monosódico en zonas próximas a las articulaciones, o en áreas de presión (como los codos): estos depósitos reciben el nombre de “tofos”.
Para que se produzca la enfermedad, es imprescindible haber tenido los niveles de ácido úrico en sangre elevados durante mucho tiempo, meses o más frecuentemente años. Se considera que existe “hiperuricemia” cuando el nivel de ácido úrico en sangre es superior a 7 mg/dL. Se ha establecido este nivel basándose en el hecho de que la concentración de ácido úrico necesaria para que se formen cristales (es decir, el umbral de saturación), es de 6,8 mg/dL.
Aunque es imprescindible que exista hiperuricemia para que se desarrolle gota, no siempre la hiperuricemia se asocia a manifestaciones clínicas. Se denomina entonces “hiperuricemia asintomática”, y en muchas ocasiones no será necesario tratarla. Sin embargo, aquellas personas con hiperuricemia que presentan molestias articulares, especialmente si se acompañan de inflamación y dolor de forma episódica, deben consultar con su médico, ya que es esencial hacer el diagnóstico de forma correcta y precoz e iniciar tratamiento si se confirma la enfermedad.
Dra. Paloma Vela Casasempere
Jefa de Sección de Reumatología del Hospital General Universitario
Miembro del Grupo de estudio de artropatías cristalinas de la Sociedad Española de Reumatología (GEACSER)