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Autor: Juan

Enfermedad: Artritis psoriásica

Acción Psoriasosis 

 

Juan Hernández García tiene 46 años. Salmantino de nacimiento, hace 20 años que vive en Extremadura, donde es maestro especializado en Educación Especial en un Colegio de Cáceres.

Me llamo Juan, tengo artritis psoriásica , y en la actualidad no me encuentro limitado. Tengo un trabajo que no me exige demasiado esfuerzo físico y esto facilita mucho mi día a día. Además, el tratamiento biológico está funcionando muy bien, mantiene mis articulaciones casi sin dolor y desde hace tiempo, en mi cuerpo, las placas de psoriasis están muy controladas y prácticamente desaparecidas.

Sin embargo, tengo que reconocer que durante un tiempo sí que estuve muy limitado y sobre todo lo pasé mal durante la adolescencia cuando empecé con las típicas manchas en la frente. Más adelante las placas pasaron al resto del cuerpo y las limitaciones se acentuaron. Los intensos picores cada vez eran más molestos y al final las placas terminaban sangrando. Pero la verdadera limitación llegó a mi vida cuando las articulaciones comenzaron a doler. No podía caminar. No me podía vestir. Soy maestro itinerante y el coche es una herramienta de mi trabajo, pero en aquellos años, conducir era un verdadero suplicio.

Con el paso de los años nuestra relación va mejorando. Ella, mi artritis psoriásica, sabe que no me gusta, que no me cae bien y que por mí, esta relación terminaría. También sabe, que hace tiempo, decidí aprender a convivir con ella, porque por desgracia, ha venido a mi vida para quedarse. Mi tratamiento está ayudando mucho en esta convivencia y también saber qué cosas aportan mejoría y cuáles no.

En algunas épocas del año está más rebelde, y entonces, yo sé que tengo que ponerme mi tratamiento con más frecuencia. En otros momentos, parece que se marcha una temporada de vacaciones, y yo aprovecho para estar más activo, caminar con más frecuencia y practicar ejercicio suave como dice mi reumatóloga.

Siempre he intentado que mi enfermedad no afectara a mi trabajo. En los primeros años, cuando no tenía tratamiento y sufría dolor intenso, llegar a mi clase era casi una terapia. Hay mañanas que acudo a trabajar más cansado, más preocupado, porque la artritis psoriásica, también produce muchas preocupaciones, pero al entrar por la puerta del colegio y ver la sonrisa con la que mis alumnos me reciben, hace que las preocupaciones e incluso el cansancio se evaporen.

Durante muchos años oculté mi artritis. La psoriasis, como es evidente, fue más complicado esconderla. Me sentía muy cuidado, muy arropado por mi familia y por amigos cercanos que sufrían conmigo, pero yo no quería que el resto de las personas, incluidos mis compañeros de trabajo, lo supieran. Poco a poco me fui liberando, y es que además, las situaciones eran tan evidentes, que ocultarlo era ridículo. En el colegio, hablar con mis alumnos desde el corazón sobre mi enfermedad, me ha ayudado a sentirme mucho más libre.

A otros afectados por esta enfermedad les diría que es necesario aprender a vivir con ella. Hay que conocerla y ponerse en manos de especialistas que nos guíen en este camino, que en ocasiones, se hace muy complicado. Yo tengo una relación muy estrecha con mi reumatóloga. Me ayuda mucho consultar con ella mis miedos y mis preocupaciones. Debemos superar las barreras y los límites mentales que esta enfermedad nos produce.

Es muy importante tener un círculo de personas, ya sean familiares o amigos, que nos den apoyo y con los que nos sintamos muy libres para compartir cada momento de nuestra enfermedad. En este sentido, creo que también es bueno pertenecer a una asociación de pacientes. También les recomendaría tener la mente ocupada, distraerse con frecuencia, darse caprichos alguna que otra vez y mirar al futuro con una esperanza muy real.

  • Nota: extracto/adaptación de la entrevista publicada en la Revista Psoriasi nº87. Edición Otoño 2016.