En otoño ha comenzado la campaña de vacunación con la dosis de recuerdo de las vacunas bivalentes frente a la COVID-19 (Original/Omicron BA.1) para poblaciones de riesgo, en las que se incluyen a mayores de 12 años con enfermedades inflamatorias crónicas o con tratamiento inmunosupresor (corticoides orales a dosis altas, metotrexato >20 mg/semana, o FAME biológico en los 3 meses previos a la vacunación). “Aunque se ha demostrado que la vacunación en niños con enfermedades reumáticas con o sin tratamiento inmunosupresor desarrollan una respuesta inmune humoral y celular a corto plazo, es probable que la protección disminuya con el tiempo. Además, esta dosis de refuerzo considera la variante ‘Omicron’, que es la cepa que constituye la práctica totalidad de los casos en la actualidad”, según ha puesto de manifiesto el Dr. Daniel Clemente, reumatólogo del Hospital Infantil Universitario Niño Jesús de Madrid.
En el marco del curso “Lo mejor del año en Reumatología Pediátrica 2022” de la Sociedad Española de Reumatología (SER), que se ha celebrado los días 4 y 5 de noviembre en Madrid con la colaboración de Gebro Pharma, Roche y Sobi, el Dr. Clemente ha recordado que “se ha demostrado que la hospitalización por COVID-19 ha sido poco frecuente en pacientes pediátricos con enfermedades reumáticas y que el tratamiento con fármacos biológicos, como los antagonistas del TNF-alfa, no se asocia a un peor pronóstico de la enfermedad”. No obstante- ha añadido- “la posibilidad de desarrollar un cuadro respiratorio grave es más frecuente en algunas enfermedades, como conectivopatías, vasculitis o síndromes autoinflamatorios, y en aquellos que reciben más de 10 mg de prednisona al día. En cualquier caso, la posibilidad de un curso grave sigue siendo mucho más baja que en adultos”.
En el curso, el especialista ha destacado que “durante las primeras semanas de la pandemia se comunicó un aumento de la incidencia en niños de un cuadro inflamatorio con manifestaciones similares a la enfermedad de Kawasaki o el síndrome de activación macrofágica. En estos niños se encontraba evidencia de una infección previa por SARS-Cov-2, muchas veces asintomática, por lo que se acuñó el término de síndrome inflamatorio multisistémico vinculado a SARS-Cov-2. En muchas ocasiones precisan soporte en unidades de cuidados intensivos por complicaciones cardiorrespiratorias”.
Durante la pandemia también se implementó el uso de la telemedicina para complementar las visitas presenciales. Sin embargo, en opinión del Dr. Clemente, “es preciso establecer protocolos de actuación y entrenamiento de pacientes/cuidadores y profesionales sanitarios para que la asistencia sanitaria siga manteniendo unos niveles adecuados de calidad”.
El lupus en niños: actualización
Por su parte, la Dra. Judith Sánchez-Manubens, de la Sección de Reumatología Pediátrica del Hospital Universitari Parc Taulí, ha precisado que la prevalencia del lupus en edad pediátrica se estima en 3,5 niños por cada 100.000. Se trata de una enfermedad minoritaria en este colectivo y tiene una ratio de 1 de cada 10 niños, respecto a la artritis idiopática juvenil (que es la enfermedad reumática más común en la infancia afectando a 1 por cada 1.000 niños aproximadamente). “Los pacientes pediátricos con lupus tienden a debutar en la adolescencia o preadolescencia y son mayoritariamente niñas. Además, el inicio de la enfermedad en Pediatría suele ser más grave con más afectación renal (que condiciona el pronóstico) y más riesgo de complicaciones precoces, por ese motivo el tratamiento suele ser mucho más agresivo desde el inicio en niños”, ha explicado la especialista.
A su juicio, “en los últimos años se están desarrollando múltiples tratamientos enfocados a tratar de manera más personalizada el lupus, aunque de momento los ensayos clínicos se están desarrollando en adultos. Dado que el lupus puede afectar a múltiples órganos es imprescindible un manejo multidisciplinar especialmente en Pediatría donde también se deben tener en cuenta complicaciones derivadas del tratamiento que pueden influir en el crecimiento y la maduración, así como las implicaciones psicosociales para los pacientes y sus familias”.