Este fin de semana, la Sociedad Española de Reumatología organiza el ‘Taller de Hiperuricemia y Gota’ para mejorar la formación de los reumatólogos.

La gota es de cuatro a seis veces más frecuente en hombres que en mujeres. Aunque la enfermedad se produce por el mismo mecanismo, el aumento de los niveles de ácido úrico en sangre que conduce a la formación de cristales en las articulaciones y otros tejidos, existen algunas diferencias en las mujeres que padecen gota con respecto a los varones.

En primer lugar, la enfermedad aparece a edades más avanzadas. De hecho, es muy infrecuente que la gota se manifieste en una mujer antes de haber llegado a la menopausia.

Las mujeres con gota suelen tener además asociadas un mayor número de enfermedades (lo que hoy día se conoce como “comorbilidades”): más obesidad, hipertensión arterial, diabetes mellitus y enfermedad renal. Es también más frecuente que estén recibiendo tratamiento con fármacos que facilitan la eliminación de agua a través de la orina (diuréticos, especialmente tiazidas).

Por otra parte, en ellas se detecta un menor consumo de ternera, cerdo, marisco y especialmente bebidas alcohólicas, como cerveza y otros tipos de licores. La gota, además,  les ocasiona un mayor grado de incapacidad.

Cómo se manifiesta y cómo se trata

Sin embargo, la forma de manifestarse la enfermedad es muy similar: presentan episodios agudos de inflamación articular (artritis) en las mismas localizaciones que los varones y, de igual manera, pueden tener afectadas una única articulación, o a varias simultáneamente. La aparición de acúmulos de urato monosódico en zonas próximas a las articulaciones, o en áreas de presión (“tofos”) es también posible.

El manejo de la gota en la mujer no difiere de lo empleado en el varón: los fármacos dirigidos a reducir los niveles de ácido úrico son igual de eficaces en ambos sexos y se emplean de forma similar. Será además de gran ayuda corregir el exceso de peso cuando esté presente: ello permitirá un mejor y más rápido control del nivel de ácido úrico, y servirá también para mejorar otros problemas concomitantes, como la diabetes o la hipertensión arterial.

El objetivo final ha de ser conseguir niveles de ácido úrico en sangre inferiores a 6 mg/dL, lo que permitirá disolver los cristales de urato monosódico depositados en las articulaciones y otros tejidos. Como resultado, desaparecerán los “ataques de gota” (episodios de inflamación articular), y los depósitos de ácido úrico (tofos) en los casos en los que estén presentes.

 

Dra. Paloma Vela Casasempere

Jefa de Sección de Reumatología del Hospital General Universitario de Alicante

Miembro del Grupo de estudio de artropatías cristalinas de la Sociedad Española de Reumatología (GEACSER)