La dieta mediterránea ha pasado las pruebas más difíciles de superar que son demostrar su adecuación nutricional (cubre todos los requisitos de micronutrientes, vitaminas y minerales), superar ensayos aleatorizados del mayor rigor, y mostrar alta sostenibilidad a largo plazo. En multitud de estudios epidemiológicos se ha demostrado que este patrón alimentario, con una tradición milenaria, es eficaz para reducir los riesgos de enfermedad cardiovascular y otras enfermedades crónicas, según ha puesto de manifiesto el Dr. Miguel Ángel Martínez González, del Departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Navarra.
En el marco de la exposición de su conferencia magistral ‘Dieta mediterránea y salud’ durante el XLV Congreso Nacional de la Sociedad Española de Reumatología (SER), que se está celebrando en Valencia, el Dr. Martínez recuerda que “la dieta mediterránea ya ha demostrado la prevención de enfermedades cardiovasculares (infartos, derrames cerebrales, trastornos circulatorios en miembros inferiores, arritmias), y de otras como el cáncer de mama, la diabetes tipo 2, la depresión, el deterioro cognitivo (pérdida de memoria asociada a la edad avanzada) y la mortalidad prematura”. Respecto a las enfermedades reumáticas, a su juicio, “hay pocos estudios concluyentes, pero algunos apuntan indirectamente a que podría tener un efecto protector relevante en la prevención y mejora del pronóstico del lupus eritematoso sistémico y la artritis reumatoide”.
En este sentido, la Dra. Montserrat Romera Baurés, responsable de la Comisión de Comunicación de la SER, afirma que “la dieta mediterránea puede tener también un efecto protector por sus propiedades antiinflamatorias, por su capacidad antioxidante, y por su efecto sobre la obesidad y el síndrome metabólico”.
Asimismo, según la especialista, “existe una asociación positiva entre la adherencia a este tipo de dieta y una menor prevalencia de artrosis. Se ha demostrado que una ingesta elevada de ácidos grasos omega 6 induce inflamación sinovial y deterioro del cartílago articular. Por tanto, la dieta mediterránea previene la inflamación, la destrucción del cartílago y produce una disminución de los ácidos grasos omega 6, a favor de los ácidos grasos omega 3. En pacientes con artritis reumatoide se recomienda seguir este patrón alimenticio por sus beneficios sobre la inflamación y el dolor, así como sobre las comorbilidades que la acompañan”. Además, -añade- la adherencia a la dieta mediterránea se asocia con menores niveles séricos de ácido úrico y una menor probabilidad de gota.
En España vamos a peor…
Por su parte, el Dr. Martínez advierte que “en las 3 últimas décadas, en España están empeorando los hábitos alimenticios”. También puntualiza: “La dieta mediterránea no es la actual de España, sino la que seguían nuestros abuelos. Cuanto más joven es la población española, peor la sigue”, tal y como recoge en su libro ‘Salud a Ciencia cierta. (Planeta, 2018), que además da instrucciones concretas sobre cómo mejorar el seguimiento de la dieta mediterránea clásica.
En cualquier caso, el especialista resalta que Bloomberg nos sitúa actualmente como el país más sano del mundo. En concreto, tres macroestudios de la Universidad de Navarra han demostrado que la dieta mediterránea es el modelo ideal de alimentación saludable y, gracias a estas investigaciones, esto ha sido reconocido mundialmente. En su opinión, “el gran cambio que se está acometiendo en Medicina es pasar del paradigma de solo controlar factores de riesgo (colesterol, tensión, glucosa) a adelantarse y actuar anticipadamente, sobre los determinantes de los factores de riesgo, que consisten básicamente en los hábitos alimentarios”.
Alimentos recomendados
Por otra parte, la Dra. Romera, también reumatóloga del Hospital Universitario de Bellvitge, señala que “el aceite de oliva es uno de los elementos más emblemáticos de esta dieta y muchos de sus efectos beneficiosos se han relacionado con su alto contenido de ácidos grasos monoinsaturados (AGM) y en sus componentes fenólicos. El aceite de oliva ha demostrado reducir el dolor, la funcionalidad y la calidad de vida en pacientes con artrosis. También hay estudios in vitro e in vivo que indican que el aceite de oliva y sus polifenoles pueden mejorar los síntomas las enfermedades inflamatorias inmunomediadas – como son la artritis reumatoide, el lupus y la psoriasis- actuando tanto a nivel local como sistémico y modulando varias vías moleculares”.
La doctora explica que los frutos secos son muy ricos en grasa insaturada (AGM en almendras y avellanas, y ácidos grasos poliinsaturados –AGP- en nueces y piñones). Además de contener abundante ácido linoleico, las nueces y piñones tienen cantidades apreciables de ácido alfa-linolenico. Los frutos secos también son ricos en otros componentes como arginina (precursor del óxido nítrico), ácido fólico, vitamina E y polifenoles antioxidantes, fitoesteroles y otros compuestos fitoquímicos. “Según un estudio que analizó el efecto de los frutos secos (un preparado de nueces) en pacientes con artrosis, se demostró una mejoría clínica de los afectados”, recalca la especialista.
“Aunque no tenemos todavía el nivel suficiente de evidencia científica sobre los efectos beneficiosos de la dieta mediterránea para efectuar recomendaciones dietéticas específicas a los pacientes con enfermedades reumáticas, sí se sabe la importancia que tiene como perspectiva de salud”, concluye la Dra. Romera.
Cerca de 1 de cada 4 adultos en España sufre una enfermedad reumática, lo que supone en torno a 11 millones de personas en nuestro país, según confirman los datos del Estudio EPISER 2016 (Estudio de prevalencia de las enfermedades en la población adulta en España).