Las enfermedades reumáticas están ligadas al dolor y ya se ha demostrado científicamente que esos dolores están relacionados con factores ambientales como la presión atmosférica, la temperatura, la humedad y la carga eléctrica ambiental. En este sentido, en el caso de España el calentamiento también va ligado a situaciones de cambios bruscos en la presión que, por tanto, se puede asociar a un incremento del dolor. Por ello, se puede asegurar que “el cambio climático influye negativamente en los pacientes reumáticos”, según ha puesto de manifiesto Tomás Molina Bosch, físico y meteorólogo de la Televisión de Catalunya, en el marco del XXII Curso de Tutores y Residentes de la Sociedad Española de Reumatología, que se ha celebrado en Sitges, con la colaboración de GSK.

En opinión del experto en comunicación del cambio climático, “vientos más fuertes, tormentas, cambios bruscos de temperatura, reducción del descanso por noches calurosas, etcétera, son factores que se están incrementando y que pueden contribuir a aumentar el dolor en las personas con enfermedades reumáticas”. Por tanto -ha puntualizado- es importante que la calidad de vida de estos pacientes y la disminución del dolor que padecen, se tenga en cuenta también desde el punto de vista de los factores ambientales.

“Estamos en una sociedad que, además del cambio climático, también se enfrenta al reto de tratar a una población creciente y de edad más avanzada, con lo que más proporción de personas en un futuro próximo sufrirán dolor reumático. Todo indica que España será un destino de ‘refugiados climáticos’ que llegarán con sus patologías, algunas de ellas asociadas a problemas reumatológicos, con lo que cambiará la población a la que será necesario atender”, ha precisado Molina.

En este sentido, saber cómo los factores ambientales propician situaciones de dolor puede ayudar a prevenirlos, y también a planificar equipos de consulta y tratamiento en los ingresos hospitalarios o en las consultas médicas. “Podría incluso aparecer una profilaxis previa a la aparición del dolor que minimizara el episodio y mejorara la calidad de vida de los afectados”, ha propuesto el experto.

Asimismo, ha abogado por añadir otros puntos de vista a la gestión del dolor, no solamente basándose en el uso de fármacos para aliviar la sintomatología. El cambio climático y el aumento y movimiento de la población española y mundial, van a requerir también otros enfoques. De este modo -ha añadido Molina- “se tendrá que tener en cuenta la posibilidad de pronosticar el dolor, de cambiar las condiciones de contorno ambientales a los pacientes e incluso la atención psicológica y de salud integral a unos pacientes que, por su edad más avanzada, van a ser más numerosos y vulnerables”.