La arteritis de la temporal o de células gigantes es una enfermedad que se caracteriza por la inflamación de arterias de gran calibre que aparece fundamentalmente en personas mayores de 50 años.

Es la vasculitis sistémica más frecuente. El pico de incidencia aparece entre los 70-80 años, con una edad mediad de aparición de 76.7. Es más frecuentes en los países escandinavos con una incidencia de 15 por cada 100000 en mayores de 50 años. En los países mediterráneos la incidencia disminuye a los 10 por cada 100000 en mayores de 50 años. Predomina en mujeres con un ratio 3/1.

Su origen no está del todo claro, aunque parece que existe cierta predisposición genética.

La afectación de ramas craneales de la arteria carótida es muy frecuente, tanto que le da uno de sus nombres por la afectación de la arteria temporal. Esto facilita su confirmación diagnóstica mediante la obtención de una biopsia.

Clínicamente se caracteriza por síntomas generales como fiebre y pérdida de peso. Un síntoma característico es el dolor de cabeza en la región lateral (temporal) que puede asociar la visualicen del trayecto de la arteria temporal y puede palparse endurecido. Además, pueden aparecer dolor en la mandíbula con la masticación (claudicación mandibular), hipersensilbidad del cuero cabelludo y episodios súbitos de pérdida de la visión por un ojo que se recuperan de manera espontánea (amaurosis fugax). En algunos casos puede afectarse el sistema nervioso central dando clínica de ictus (depende del territorio que se afecte, puede haber dificultad para el habla, trastornos de la senilidad o motores, etc).

En ocasiones se asocia clínica de polimialgia reumática con debilidad e impotencia funcional de cinturas (hombros y caderas).

Para el diagnóstico de arteritis de la temporal en personas con clínica compatible la clave es la confirmación de la afectación de la arteria mediante biopsia. Otros parámetros no específicos son la elevación de parámetros de inflamación en la analítica (VSG, PCR…).  La ecografía de la arteria temporal se ha mostrado de gran utilidad para el diagnóstico de la misma.

Su tratamiento inicial se basa en glucocorticoides con el fin de disminuir la inflamación y mejorar los síntomas. Inicialmente se utilizan dosis medias-altas que han de ser disminuidas con el tiempo vigilando la reaparición de la clínica y los parámetros analíticos de la inflamación. Algunos caso en los que no sea posible alcanzar el control con dosis bajas de corticoides se pueden asociar inmunmoduladores como el metotrexato o biológicos como tocilizumab. En caso de afectación ocular se indica la administración intravenosa de corticoides en bolos.

Debemos además vigilar la aparición de efectos indeseables de los corticoides y prevenirlos en la medida de lo posible.